A comienzos del Virreinato del Perú la sorprendente extracción de la plata del Cerro Rico, el crecimiento de la población, la expansión del comercio y el inesperado auge que alcanzó la Villa Imperial de Potosí, entre otros factores, crearon la necesidad de organizar un centro de acuñación de moneda.
Los problemas para continuar con la acuñación en la Casa de Moneda de Lima y la abundancia de plata en la villa potosina causaron que la ceca de la ciudad de Lima fuese cerrada en 1572 y sustituida por la ceca de Potosí por órdenes del virrey Francisco Álvarez de Toledo. Aunque poco tiempo después, la ceca limeña fue reabierta en 1581 por el mismo Toledo.
Antes de instalarse una Casa de Fundición y de Moneda en la Villa Imperial de Potosí, el modo de beneficiar la plata era fundiéndola con plomo al igual que hacían los indígenas prehispánicos, en unos hornos rústicos denominados: guairas. Los españoles copiaron este procedimiento y mandaron construir 6.000 hornillos y «echaron allí los minerales de plata, sin mezcla de otro alguno, siendo dóciles, corrientes y de toda ley, y daban fuego hasta derretir la plata quedando aparte la escoria».
Años más tarde se llegó al beneficio mediante el azogue creado por Pedro Fernández de Velasco, que lo enseñó en Perú en 1571 y fue introducido en Potosí por el virrey Álvarez de Toledo, al año siguiente.